Reforma fiscal: una visión cristiana
Presentación del tema durante el desayuno organizado por la Pastoral de la Salud de la Arquidiócesis de Santo Domingo en el Hotel Meliá, en Santo Domingo el 30 de marzo del 2006.
Abstract
Subir o bajar impuestos, quitar allí viejos gravámenes para poner acá otros nuevos no pueden por sí solos implicar una reforma
fiscal. Sería necesario que esas modificaciones tributarias estuvieran orientadas por un plan de redistribución de las cargas
contributivas y de las erogaciones públicas. Una única y cuidada finalidad política debería diseñar el esquema fiscal de la nación hasta en sus más mínimos detalles, no cada año, con la ley del presupuesto nacional, o cada cuatro, con cada nuevo gobierno, sino en virtud de un prolongado período de tiempo que permita al país planificar, trabajar y prepararse para un mañana, llegar a un futuro. Si Latinoamérica es la región del mund.o que presenta mayores niveles de desigualdad, República Dominicana constituye uno de los espacios geopolíticos menos equitativos del mundo; ocupa en efecto el décimo tercer lugar del planeta en el desaprovechamiento del ingreso por habitante para el mejoramiento de la calidad de vida de su población. La receta para esa nada envidiable posición: amplia extensión de impuestos indirectos que alcanzan incluso a los artículos de primera necesidad; recaudaciones del impuesto sobre la renta que descansan primordialmente en los asalariados (en aquellos cuyo limitado poder no les deja evadirse) y un muy bajo porcentaje impositivo sobre los altos ingresos; penosa distribución del presupuesto nacional, en el que la educación, la salud y la seguridad social no son priorizados. Solo una ética como la cristiana, fundamentada en la justicia y el compromiso a favor de los pobres, puede ayudar a revertir esta persistente y difícil situación.
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